CRÓNICA DE UNA JORNADA INOLVIDABLE EN LAS DESCALZAS REALES
Miércoles 13 de julio. Siete de la tarde. En la Iglesia del Monasterio de las Descalzas Reales, de Madrid, va a comenzar el acto de apertura del Proceso.
Ausente de Madrid S.E.R. el Cardenal Arzobispo de Madrid D. Ángel Suquía Goicoechea, por circunstancias imprevisibles, preside el acto, en su nombre, el Obispo Auxiliar Mons. Francisco Javier Martínez Fernández, hoy Arzobispo de Granada. El templo estaba completamente lleno. Había expectación y emoción contenidas.
En el presbiterio, ante el altar, se constituyó la mesa presidencial: a la derecha del Sr. Obispo tomaron asiento el Sacerdote Delegado para la Causa de los Santos, D. Marcos Ussía (q.d.e.p.), y el Canciller–Secretario, D. José Luis Domínguez, y a su izquierda, el Promotor de Justicia, D. Ricardo Quintana; en los laterales del presbiterio, a la derecha de la mesa, el Postulador de la Causa, D. José Francisco Guijarro, y a la izquierda, el Notario–actuario, D. Tomás Mora, y el Notario adjunto, D. Carlos Peinó. Tomaron asiento también en el presbiterio el sacerdote de la Curia diocesana D. Antonio García del Cueto. Arriba, en el coro y las tribunas, detrás de las celosías, la Comunidad de MM. Clarisas.
Frente al altar, y encabezados por el Consiliario y Presidente de Peregrinos de la Iglesia, D. José Manuel de Lapuerta y D. Bienvenido García, respectivamente, ocuparon los primeros bancos miembros de la Junta Nacional, Junta Pro–Beatificación y Secretariado «Manuel Aparici». Destacaban, entre los presentes, D. Rafael Aparici, sobrino del Siervo de Dios, con otros familiares y numerosos amigos suyos. Se recibieron adhesiones de distintos puntos de España.
SESIÓN DE APERTURA
Como canto introductorio, se entonó «Iglesia Peregrina», de Gabaraín. Y a continuación, todos puestos en pie, se hizo la invocación al Espíritu Santo. La sesión de apertura había comenzado.
Fue un acto sencillo y solemne, que, lleno de formalidades procesales, manifestó la importancia que la Iglesia concede a este momento: el inicio de un Proceso que puede llevar, si así Dios lo quiere, un nuevo santo a los altares. Y se fueron desarrollando, paso a paso, todos los puntos que integraban su contenido.
El Canciller–Secretario dio lectura al escrito del Cardenal delegando en Mons. Martínez la presidencia del acto. El Postulador leyó la petición que dirigió en su día al Sr. Cardenal, solicitando la introducción de la Causa del Siervo de Dios, y presentó el mandato que le acreditaba como Postulador de la misma. Leyó el Canciller–Secretario la carta de la Sagrada Congregación para las Causas de los Santos, por la que se concedía el «Nihil Obstat», y el Decreto del Cardenal Suquía, nombrando la correspondiente Comisión Delegada. A pregunta del Sr. Obispo, los miembros de la Comisión respondieron aceptando el cargo y, uno a uno, fueron prestando juramento y firmando. También lo hizo el Postulador. Éste, después, presentó la lista de testigos que propone, reservándose el derecho y la facultad de presentar otros nuevos y de renunciar a alguno de los indicados; examinada la relación de testigos por el Sacerdote Delegado y el Promotor de Justicia, sin ninguna objeción, el Sr. Obispo la aceptó con las reservas indicadas por el Postulador. Se hizo observar, por el Sacerdote Delegado, que para interrogar a los testigos y ejecutar las demás pruebas, se señalaba como sede habitual las oficinas del Arzobispado, y que los testigos serían citados oportunamente por el Canciller–Secretario.
Acabada la sesión, el Canciller–Secretario leyó el acta de la misma, y la presentó a la firma de los intervinientes; el acta fue firmada y sellada. Se cerró esta primera parte del acto con el rezo, por el Sr. Obispo, de una oración de acción de gracias, a la que los presentes respondieron con un unánime y sentido «Amén».
CELEBRACIÓN DE LA PALABRA
Antes de comenzar la segunda parte –una Celebración de la Palabra en acción de gracias por la introducción de la Causa–, el Sr. Obispo observó que, entre los asistentes, se hallaba Mons. José Capmany, Obispo de las Obras Misionales, y le rogó subiera y tomara asiento en el presbiterio.
Se inició la Celebración con otra melodía de Garabaín –Pescador de hombres–. Su letra –Tú has venido a la orilla– nos parecía un canto a la vocación apostólica de Manuel Aparici y, con él, de tantos otros jóvenes católicos de España.
Carlos Peinó leyó la primera lectura, tomada del apóstol San Pablo (2 Cor. 3, 1-6): «Nuestra carta sois vosotros mismos, escrita en nuestros corazones ..., sois carta de Cristo, expedida por nosotros mismos, escrita no con tinta, sino con el Espíritu de Dios ... ». Y nos sentimos como interpelados por nuestro Capitán de Peregrinos, urgiéndonos a la fidelidad de nuestro testimonio.
La respuesta, del canto interleccional, es un grito de esperanza: «Sois la semilla que ha de crecer ..., antorcha que ha de alumbrar».
El Rvdo. José Francisco Guijarro proclamó el Evangelio (Mt. 5, 13-16): «Vosotros sois la sal de la tierra ... Vosotros sois la luz del mundo ... Así ha de lucir vuestra luz ante los hombres, para que, viendo vuestras buenas obras, glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos». Era una vez más, la voz vibrante del Maestro que nos urgía a la santidad, a una santidad difusiva y evangelizadora.
HABLA MONS. MARTÍNEZ
Comenzó lamentándose de la ausencia del Sr. Cardenal; él hubiera podido hablar, con verdadero conocimiento, de la figura de Manuel Aparici, a quien trató muy de cerca. «Yo –dice– no lo conocí, pero sí he oído hablar de él, mucho y bien».
A continuación, glosó los textos leídos en la celebración, urgiéndonos a la santidad; profundizó ampliamente en su concepto teológico y afirmó: «Promover y difundir la santidad es el objetivo primero de la Iglesia».
Luego, refiriéndose a las generaciones que conocimos a Manuel Aparici, nos instó a que, fieles a su espiritualidad, difundiéramos su vida y su obra; y no sólo eso, sino también –y tenemos la grave responsabilidad de ser los únicos que podemos hacerlo– de dar testimonio, ante la Iglesia y la sociedad de hoy, de la aportación de la Iglesia de aquellos años a la sociedad española, tan rica y tan fecunda, y hoy tan ignorada e incluso silenciada por no sé qué extraños pudores.
Finalmente rogó a Mons. José Capmany que tomara la palabra para hablarnos de Manuel Aparici a quien tuvo la suerte de conocer.
PALABRAS DE MONSEÑOR CAPMANY
D. José, con evidente emoción, evocó la figura ejemplar de nuestro Capitán de Peregrinos. «Lo conocí –dijo– siendo yo Joven de Acción Católica»; recordó aquellos Centros, con su vida de espiritualidad, formación y apostolado, donde se vivía más que se cantaba aquel himno inolvidable: «Ser apóstol o mártir acaso mis banderas me enseñan a ser». «En aquella bendita Acción Católica nació mi vocación sacerdotal».
FINAL DEL ACTO
Puestos todos en pie, se rezó un Padrenuestro. Y ambos Obispos impartieron la bendición a los presentes.
Cuando iba a iniciarse el canto final previsto –«Somos un pueblo que camina»–, surgió de entre el público asistente una voz varonil, fuerte y bien timbrada, que entonó el «¡Juventudes Católicas de España ... ¡», que fue cantado, con visible emoción por los hombres y mujeres que llenaban la Iglesia de las Descalzas Reales.
Acabado el acto, el Sr. Obispo, la Comisión Delegada y una amplia representación de los presentes, pasó al locutorio donde saludaron a la Comunidad de MM. Clarisas.
Jornada gozosa y emotiva: La Causa de Canonización de Manuel Aparici había comenzado.