La cosas siguen igual durante el Curso 1958/1959, pero se agravan en el curso siguiente hasta tal punto que en la Memoria de ese Curso se pide, sin decirlo expresamente, un nuevo Consiliario [136]. En ella se lee: «Si el Consiliario es el alma de la Acción Católica Española, ésta, en su nueva etapa, considera indispensable su labor y presencia viva y activa, ya que el desarrollo de la Acción Católica está subordinado al número y dedicación de los Consiliarios con que cuente».
Cuando ya todos tuvieron la certeza de que su enfermedad era irreversible, pidieron al Cardenal Primado ... que nombrara un nuevo Consiliario Nacional. Pero solo cuando físicamente ya no pudo continuar su actividad externa es cuando fue relevado. Le sucedió a finales de 1959 D. Mauro Rubio Repullés, que tomó posesión de su cargo el 3 de febrero de 1960.
Permaneció, pues, en el cargo nueve años.
Cuando cesa, la Juventud de Acción Católica presenta un balance más optimista que cuando tomó posesión. La fórmula es sencilla: Evangelio, lenguaje juvenil y eficacia ante los problemas planteados.
Como su enfermedad le impedía asistir a la toma de posesión del nuevo Consiliario Nacional, su querido amigo Mauro, pidió y agradeció a su buen amigo Miguel Benzo Mestre, a la sazón Consiliario Nacional de los Hombres de Acción Católica, le representara y expresara en su nombre su cordial enhorabuena a los jóvenes y Consiliario por el regalo que el Señor les hacía. A unos, por el magnífico sacerdote que les concedía, y a Mauro, por los no menos magníficos jóvenes que le confiaban.
Al mismo tiempo, expresaba públicamente su gratitud más profunda a cuantos le fueron preciosa ayuda en el cargo de Consiliario: Rvdos. Consiliarios Diocesanos, Rvdos. sacerdotes y jóvenes que integraron el antiguo Consejo Superior; entre éstos cita como a figuras representativas de todos los jóvenes que, como miembros del Consejo, colaboradores y propagandistas, sirvieron con admirable generosidad a la caridad de Cristo para con la juventud, a los cuatro Presidentes: Enrique Pastor, Manuel Alonso, Miguel García de Madariaga y Salvador Sánchez Terán, con los que el Señor le regaló sus días de Consiliario; y entre los sacerdotes: a Miguel Benzo, Mauro Rubio y Eudosio Castañeda que como Consiliarios de la Juventud Universitaria Masculina de Acción Católica, Juventud Obrera Católica y Castrense tan fraternalmente compartieron con él al servicio de la juventud.
Y en párrafo aparte rinde público testimonio de gratitud a Manuel Arconada por su abnegada, generosa y fraternal ayuda y aunque toda palabra resulta pequeña para encomiarle –dice–, ahí están: El Colegio Residencia San Juan de la cruz, el Apostolado Rural, el T.I.J., la Viceconsiliaría y millares de jóvenes que en cursillos, convivencias, jornadas, Ejercicios se acercaron más a Cristo, que proclaman la inestimable valía de su actuación inteligente, sacrificada y fervorosa.
A todos reiteró su gratitud, no sólo por su valiosa ayuda, sino por la caritativa paciencia con que sobrellevaron sus muchos fallos y defectos; a todos les pedía que le perdonasen y le ayudasen a alcanzar del Señor el perdón de sus faltas en el servicio de la juventud bien amada de su Corazón Sacratísimo.
Tras la lectura de la carta enviada como Consiliario saliente, con la que se inició el acto de toma de posesión del nuevo Consiliario, éste «dedicó un cariñoso recuerdo a Manuel Aparici, glosando sus maravillosas cualidades humanas y su obra meritísima» [137].
Presidió el acto de toma de posesión el Rvdo. Alberto Bonet, Secretario de la Dirección Central, el Presidente de la Juventud de Acción Católica Española, Salvador Sánchez Terán, el Secretario de la Junta Nacional, Justo Pintado, los Consiliarios y Presidentes de Movimientos y numerosos dirigentes.
«Es ya como sacerdote cuando da a conocer … su generosidad desbordada y su total entrega con un sentido paulino; haciéndose todo para todos, que le hace gastarse y desgastarse en su puesto de Consiliario Nacional en donde se da por entero ... » [138].
«Su actividad como Consiliario fue abrumadora … Llevaba una vida de oración, de sacrificio, pobreza y entrega apostólica admirable. Siempre que visitaba una Diócesis se reunía con los Consiliarios, aparte de la programación que tuviésemos, y todos salíamos admirados, orientados y entusiasmados … Como sacerdote ¡impresionante! ... » [139].
«Su entusiasta y plena entrega al cargo, que lamentablemente sólo pudo ejercer de hecho durante tan poco tiempo, y que tanto le ilusionaba, respondía a su bien fundada convicción de que éste era pieza clave en la vida de la Juventud como había experimentado a lo largo del tiempo y comprobó en el Consejo Central en las etapas de orfandad que por circunstancias muy diversas habíamos tenido que padecer» [140].
«Fue un ejemplo de fiel cumplimiento de las obligaciones de su cargo hasta el punto de que me atrevería a decir que constituye un modelo de Consiliario» [141]. «No solo respetaba, como a pocos he visto, las competencias del Presidente de turno [que tantas veces él había defendido cuando tuvo dicho cargo], sino que con su autoridad, talante y cálida palabra siempre los respaldaba y daba sentido, hasta tal extremo que ante el Presidente o responsable seglar él aparecía como un niño, por su confianza, obediencia, cariño y docilidad» [142].
«Recuerdo muy bien su permanente sentido sobrenatural, su afecto y cordialidad hacia todos, su interés por los Centros Parroquiales y su deseo por el mantenimiento de las mejores tradiciones de la Juventud de Acción Católica, sin perjuicio de la oportuna actualización a la realidad y siempre al servicio de la Iglesia» [143].
«Desde su toma de posesión como Consiliario Nacional, actuó con entusiasmo, con optimismo, con cordialidad hacia todos, con interés por los Consejos Diocesanos y por los Centros Parroquiales, con planes de futuro que enlazaban con la tradición de la Obra que él tan bien conocía ... » [144]
«A su época de Consiliario en los años críticos y decisivos de los cincuenta corresponde la difusión de los Cursillos de Cristiandad y el apoyo de un apostolado seglar especializado en los ambientes obreros, universitarios y agrícolas»[145].
Intensa y fecunda fue, en verdad, su actividad como Consiliario: Forjando dirigentes, extendiendo los Cursillos de Cristiandad, escribiendo en el Boletín de Dirigentes del Consejo Superior: orientación ascética y espiritual; impartiendo cursillos, Ejercicios, retiros, etc. a sacerdotes, seminaristas, dirigentes, jóvenes, etc.
«Era tal su prestigio y su talla humana y cristiana, tan reciente su paso por la Presidencia y tan evidentes sus huellas que hubiera sido moralmente imposible pretender trazar otros caminos. Fue el quien los trazó distintos, cuando adoptó el sistema de Cursillos de Cristiandad, y nadie se opuso» [146].
Consiliario perfecto plenamente dedicado a sus funciones. De su modo de desempeñar la Consiliaría no se tienen más que elogios. Siempre quedó constancia de su alma enteramente juvenil, el recuerdo de sus afanes apostólicos de conquista, la alegría de su contagiosa ambición de santidad, su vivir en aras del sacrificio y del entusiasmo. Siempre fue, ante todo, padre o hermano de cuantos le rodeaban.
De la eficacia en su ejecución da el hecho del enorme desarrollo de la Rama de los Jóvenes de Acción Católica durante su Presidencia y su Consiliaría.
«Su llama era demasiado grande para las fraguas y los hogares de la existencia cotidiana» [147].
¿Cómo vivió la nueva situación de la Acción Católica desde su retiro obligado por la enfermedad?
Durante su enfermedad ya apuntaba, aunque levemente, el devenir de una nueva situación de la Acción Católica.
«La nueva situación ... se fue resolviendo mal a partir de 1959; decreció el peso específico de la Juventud de Acción Católica, su organización, vitalidad, número de militantes, sus actividades, etc. al “forzar” la constitución de los Movimientos Especializados de la Acción Católica, que eran necesarios e interesantes, pero aparecían con otro talante y, sobre todo, se abandonó mucho la Juventud de Acción Católica General, ya que no se supo salvar esta modalidad, que era y es imprescindible ... » [148].
«La siguió con mucho interés –rezó y ofreció muchos sacrificios–, con mucha preocupación y con mucho sufrimiento, porque pensaba que, a pesar de la buena voluntad, no se estaba haciendo bien y que iba a ocurrir lo que después ocurrió, que se iba a perder una gran realidad pastoral, que se iba a chocar frontalmente con la Jerarquía, que se estaba perdiendo el sentido sobrenatural, que había muchos fallos de formación y que faltaban Consiliarios. Tuve muchas conversaciones en su casa, durante su última enfermedad, porque seguía siendo mi director espiritual, y por más explicaciones que yo le podía dar y aceptando mutuamente los aspectos positivos de los Movimientos, él no terminaba de verlo; varias veces se emocionaba por la pena y otras aparecía como preocupado, aunque jamás perdía la paz» [149].
[136] Lógicamente su cese en la Consiliaría Nacional en 1959 debería tratarse en el apartado de «Apóstol con vocación de crucificado», dado que éste tuvo lugar en sus años de enfermo, sin embargo, para no romper el hilo conductor de la exposición, lo tratamos aquí.
[137] SIGNO de fecha 13 de febrero de 1960.
[138] José María Máiz Bermejo.
[139] Cf. José Díaz Rincón.
[140] Manuel Martínez Pereiro.
[141] Miguel García de Madariaga.
[142] José Díaz Rincón.
[143] José María Castán Vázquez.
[144] José María Castán Vázquez.
[145] Alejandro Fernández Pombo (Diario YA. Se desconoce la fecha. C.P., p. 9458).
[146] Rvdo. Antonio Garrigós Meseguer.
[147] Rvdo. Miguel Benzo, Consiliario de la Junta Nacional en ECCLESIA de fecha 5 de septiembre de 1964.
[148] José Díaz Rincón.