Comenzó muy pronto a sentir la llamada a la vocación sacerdotal. «Superada su crisis juvenil, el Señor le regaló –dice Manuel Martínez Pereiro– con la vocación sacerdotal ... ».
En 1928 vive todavía con sus padres en Madrid, en la calle de Santiago. «Cambia su vida y habla de hacerse sacerdote oponiéndose a ello su padre», asegura su sobrina Josefina [2].
Ésta, años más tarde, en su declaración, lo recuerda así:
«La primera vez que lo oí se lo oí directamente y fue una manifestación no pensada. Estábamos veraneando en La Toja, mi madre y mis hermanos, mi tía Matilde [hermana de Manuel Aparici] y yo, mis abuelos [los padres de Manuel Aparici] ... Discutían mi abuelo y él a grito pelado; debía de ser porque mi abuelo quería que hiciera otra vida más mundana y él le decía que no; fue la época de ir a Cambados, mi abuelo gritando dijo: si sigues así tiras tu carrera por la borda, y él gritando le contestó: pues sí, la tiro y me hago sacerdote ... no volví a oír hablar más de este asunto hasta que llegó el momento, cuando mi padre me dijo que dejaba de ser de Aduanas, pudiendo ser Director, para ser sacerdote; no me extrañó nada porque recuerdo la discusión aquella».
En 1931 (8 de febrero y 25 de septiembre) anota los sentimientos de su alma con relación a Dios después de la larga temporada de verano.
« ... Yo quisiera poder estar hablando siempre de Él. Para mí no existe nada más que Jesús. Yo quisiera ser sólo de Jesús, pero no puedo. Dos deberes pesan sobre mí [no dice cuales] que me ligan al estado seglar. Si no fuera por ellos seguiría los impulsos de mi corazón, que sólo se halla contento cuando se ocupa de modelar en las almas la divina figura de Jesús. Hablar de Jesús, hacer que amen a Jesús, ser todo y en cada momento de Jesús, ese es mi gozo, mi contento, mi alegría» ... «Necesito un director espiritual que me guíe ... Pediré auxilio a Jesús, por mediación de María ... ¡María! ¡María! Qué suavidad, qué hermosura, qué paz ... Ayúdame madrecita mía ... ».
Pocos días después se interpela sobre su vocación.
«¿Y de mi vocación? ¿Le seguiré a dónde me llame, o me aferraré a las criaturas? Ayúdame tú, buen Jesús; fortalece mi corazón; quita los obstáculos que se opongan y cuida de los míos. Tú eres omnipotente y misericordioso. Atiende mis súplicas».
La contestación no ofrece duda. « ... Después [de estudiar latín], algo de filosofía» . A continuación, se entrevista con Llanos. Hablan de sus respectivas vocaciones y se pregunta cuando podrá realizar la suya.
Y este anhelo sigue ocupando sus pensamientos durante todo el año de 1932.
A primero de junio anota: « ... A sus pies postrado pensaba en todo lo que su amor necesita y que no le he dado ... Oí su voz que me pedía que me entregara todo a Él y así prometí hacerlo».
A finales de mes habla de sus proyectos con Estrada, los mismos que le expuso a Ángel Herrera Oria («claro que proyectos míos no son –anota– sino los que yo creo que Dios tiene sobre mí»); proyectos que a Ángel le parecieron muy bien y le aconsejó que los meditara.
Al mes siguiente expresa su disponibilidad para consagrar su vida en una entrega al servicio de Jesús en la opción fundamental de su decisión de ser sacerdote santo. Y escribe:
«En el fuego del amor eucarístico templé mi alma y estoy decidido, francamente decidido, a servir a Jesús. Con su divina ayuda haré los estudios y me ordenaré de sacerdote. Cerca de tres años llevo sintiendo tu llamamiento, Divino Jesús, y poniéndote dilaciones; ahora no puedo esperar más. Mañana empezaré mis indagaciones para buscar un profesor de latín y en cuanto lo encuentre empezaré a dar clases. Tu gracia me asistirá, porque me amas y quieres que sea tuyo ... Tú eres mío cuando yo quiero, y yo ¿no voy a ser tuyo cuando tú quieres?» [3].
Dos meses más tarde, el 31 de agosto, da un paso más.
«Bien veo que es preciso santificarse –anota–, llenarse de Jesús para derramarlo en las almas cada vez más lánguidas ... Te doy gracias, buen Jesús, porque, nuevamente, al mostrarme tus llagas me has llamado a ti. Quieres que sea tuyo, que en tu servicio me emplee, que te conquiste almas».
En septiembre, se va a Vitoria, al Seminario, a hacer Ejercicios Espirituales internos. Le ha traído Ángel desde Bilbao. Durante el viaje hablan de sus planes. Y éste le pregunta: ¿Sigues pensando lo mismo? «Estoy completamente decidido, le contesté, y, sin embargo, mi vida de veraneo no abona esta decisión; pero en estos Ejercicios … espero que Dios me conceda su gracia y acabe de vencer todas mis resistencias».
Implora la ayuda de María para acertar en su elección de estado y reforma de vida, deseando, si Ella y su Hijo se dignan aceptarle, ser ministro suyo para no emplearse más que en la salvación de las almas.
Después de cuatro días de Ejercicios, pero todavía en Ejercicios, escribe: «Ya está dado el primer paso. Si Jesús no dispone otra cosa yo por mi parte estoy dispuesto a ser ministro Suyo. Sacerdote secular, para emplearme todo en la salvación de las almas y satisfacer esa sed que se dignó manifestarme estando a sus pies postrado».
Examina la elección del medio: entrar de sirviente en un Seminario y seguir los estudios o simultanearlos con su profesión. Considera que el primer medio es más perfecto, «pues busco la pobreza, la humillación, el oprobio y si, como, con verdad, decía Pío X, hemos de copiar en nosotros a Jesucristo para poderlo llevar a las almas, de esta forma empiezo enseguida a copiarle. Además, la dignidad sacerdotal hay que ganarla, y de esta forma haré méritos para que Jesucristo me acepte».
«Ya está aceptado Jesús mío –escribe más adelante–. Me haré sacerdote estudiando como sirviente en un Seminario. Gracias Señor. ¡Bendito seas! Y gracias también a ti Virgen Santísima que me has alcanzado de tu divino Hijo que me pida este sacrificio. En ti confío Madre mía, no me desampares jamás».
A la terminación de los mismos, pero ya en Madrid, el miércoles día 21 de septiembre, anota: « ... Desde mañana reanudaré mi vida corriente hasta que entre en su servicio, y desde mañana he de trabajar infatigablemente, pues Él lo quiere y yo no trabajo sino por Él».
El domingo por la noche habla con Ángel y éste le ofrece otro medio.
«No sé cual elegir –escribe–. El que yo escogí, por indicación de Nuestro Señor, me parece más perfecto, pero no sé cual será mejor para la gloria de Dios que vamos buscando. En fin –concluye– cotejaré y consultaré y le pediré a Jesús que me ilumine».
Su director espiritual le aconseja que estudie el latín fuera del Seminario e incluso la filosofía, pidiendo dispensa y que se fuera examinando. Va a ver a García Colomo que le da una tarjeta para el Rector del Seminario y empieza a dar clases de latín con un profesor particular [4] alternando estudio, ocupaciones profesionales y de Acción Católica, y se despide de sus compañeros del Centro Parroquial de San Jerónimo el Real, pues ya desde ese día considera que no pertenece a ellos, sino a la voluntad que Jesús tiene sobre él y que se dignó manifestarle en Vitoria. La despedida, como el mismo indica, fue dolorosa, pero necesaria.
El 18 de noviembre, habla con su madre de sus proyectos. La ve llorar y se le parte el alma.
«¡Pobrecita! ¡Cuánto nos quiere! –escribe– ... ¡Qué duro es para la carne el pensamiento de la separación!, pero ... tú me lo pides, ¡oh Jesús!, y estás en la cruz ... por mí y por mis padres. ¡Oh Señor!, si tú quieres esto, ¿por qué no llenas su corazón y les haces ver cuán inmenso es tu amor? Ayúdame. Hazles ver cuán dulce es tu amor ... Hazles ver que les amo mucho, muchísimo, más que a mí, pero no más que a ti».
Pero elige al Señor y el 3 de diciembre anota: «Tú me das a elegir entre mi madre y tú y ... yo tengo que elegirte a ti, pero ya que así lo hago ¿desoirás mis súplicas? ¿No consolarás tú a mis padres? Hazlo, amado mío; que no sufran ellos, aunque sufra yo ... ».
Entretanto, continúa con sus estudios de latín y se prepara con ardor para el cumplimiento de su vocación, pero a principios de julio de 1933 reconoce que ha aflojado notablemente, hasta abandonarlo. Se encuentra tibio, se hunde en el temporal de las ocupaciones y de las luchas; la materia, por un lado, y la familia, por otro, le hacen zozobrar. Pero reacciona y pide ayuda al Señor y a su santa y amadísima Madre. Triunfaré, dice: «Omnia possum in eo qui me confortat».
«Su vocación al sacerdocio –dicen los Peritos Teólogos en su informe– tiene una fuerte inspiración bíblico teológica; continuamente le vemos meditando su decisión por seguir a Jesucristo ... Es más, se hace el propósito de meditar las Sagradas Escrituras en el Antiguo y Nuevo Testamento para amar y conocer la voluntad de Dios encarnada en las criaturas.
»“¡Qué diferencia! –anota el 19 de octubre– Yo ... no sé si he seguido a Jesús, pues Él me llamó y me inspiró deseos de mayor perfección y santidad; me invitaba a servirle, a servirle como ministro de sus sacramentos, pero a servirle también en la persona de sus siervos, de sus futuros ministros para que así hiciera penitencia por mis pecados y, sobre todo, para que le siguiera por el camino que Él recorrió: la mortificación, la humildad y la pobreza. Pues, si Él es el Camino de la verdadera vida, la humillación, la pobreza y la mortificación, es el camino que debo recorrer para alcanzar su vida y que mi vivir sea Cristo”».
«Entre sus meditaciones –siguen diciendo los Peritos Teólogos– ocupa el sitio central Jesucristo y la Santísima Virgen María.
»La oración de escucha, contemplación y diálogo de amor frente al Sagrario [5] es una nota distintiva en el desarrollo de su vocación. Ya antes, siendo seglar, marzo de 1940, encontramos la profundidad espiritual de sus meditaciones, fruto del trato amoroso con el eternamente Amado; las inicia desde el camino del dolor y sufrimiento de Cristo, para identificarse con el proyecto de terminar concrucificado con Cristo. Estas meditaciones le llevan a asumir el propósito de su ideal de santidad y todas ellas están desarrolladas en un clima de oración. Por otro lado, el lenguaje empleado expresa el deseo de entregar su vida a una consagración plena en el amor de Dios.
»“¡Gracias Señor!
»Me llamaste a ti ayer desde tu trono eucarístico. Me hiciste ver mi miseria y me ofreciste tu ayuda una vez más”
Diálogo de amor
»“ ... Y allí, a solas con Jesús, sufrí, amé y gocé. Él estaba allí y estaba a solas conmigo. Por mí estaba en el Sagrario, amándome, rogando por mí, ofreciéndome todo su corazón. Me postré a sus plantas y le pedí su ayuda, que no me abandonase, que no me dejase solo, que orase por mí, que tuviera paciencia, que no mirase a mi indignidad y miseria sino para enriquecerme con su ayuda. Le abracé en mi corazón, me ofrecí por completo a Él, para lo que Él quiera, para lo que Él disponga, y con suspiros y con ansias me arrojé a sus brazos con confianza plena, pues me ha amado tanto, tanto. Ha tenido misericordia tan infinita y divina conmigo que dudar de su amor por mí sería inferirle nueva ofensa. En ti confío, Señor y Dios mío, con tu omnipotencia cuento para vencer mi impotencia, tú me ayudarás y me darás tu gracia para servirte. Me santificaré con tu ayuda”.
»Es de singular importancia la meditación sobre la muerte reflexionada alrededor de su decisión vocacional. Porque se hace el compromiso de vivir crucificado en el amor de Cristo y muerto para los intereses vanos del mundo ... El principio y fundamento de su vida consiste ya en ir identificando su relación con el Amado dentro del designio de salvación».
A mediados de diciembre de este año (1933) vuelve a hacer Ejercicios Espirituales internos. Son los cuartos que hace. Recuerda que el Señor le invitó a una vida santa, a que lo dejara todo por Él, pero que él no supo decidirse y que todavía no ha hecho nada para seguir sus deseos.
«Y aún más –escribe–, es muy posible que la causa de las caídas de este año, de las que me avergüenzo y lamento, puede ser muy bien el incumplimiento de mi vocación, pues el Señor, al ver que no hacía caso de sus gracias, pudo retirarme su protección; aparte de que si Dios quiere que yo sea sacerdote, en ese estado, precisamente, es donde me tiene reservadas sus gracias.
»Tengo dos caminos a mi vista; los dos pueden conducir a Dios, pero en uno puede tenerme preparadas grandes gracias, y si sigo el otro no contaré más que con su gracia suficiente y tal vez con alguna gracia eficaz, pero no con aquellas tan especiales que me ha de tornar suave, y hasta gozoso, el camino más áspero.
»La mente me dice que escoja el más duro, pero, ¿cuál es, Dios mío?».
Al regreso de la Misa del Gallo de la Casa de San Pablo, en una explosión de júbilo, escribe:
«Le amo con toda mi alma, con pasión, Él es mi pensamiento y afán; pero por eso mismo veo que hago ¡tan poco! ¡Tengo sed! de almas, tengo hambre de conversiones, pero las conversiones de las almas sólo se consiguen con oración y sacrificio. Tengo ansia de abrazar a los que sufren, de sufrir yo con ellos y de hablarles de Jesús, pero ... así, de seglar ¡qué poco se puede hacer! Es preciso que tome una determinación y ... me asusta; va a producir lágrimas y dolores que me van a hacer sufrir y llorar, pero no tengo otro remedio ¡Dios lo quiere! y queriéndolo Él tengo que hacerlo yo».
Sin embargo, a finales de este año deja de estudiar latín por incompatibilidad práctica de tiempo con la Acción Católica. Pero a primeros del año siguiente, 1934, se ofrece por completo a Él, para lo que Él quiera, para lo que Él disponga, y con suspiros y con ansias se arroja a sus brazos con confianza plena, pues el Señor le ha amado tanto, tanto.
«Tardé en oír tu voz, pero al fin te amo, Señor, te amo –escribe–. Quiero ser tuyo, servirte, atraerte almas y sobre todo llevarte la mía, dártela por completo, que seas tú sólo el objeto de mis ansias, mis anhelos y mis amores».
Peregrina a Roma. Él y Maximino Romero de Lema hablan de su vocación al sacerdocio».«Él gozaba interiormente –dice D. Maximino– cuando le hablaba de mi vocación al sacerdocio y celebró mi decisión en 1935».
«Su vocación al sacerdocio –siguen diciendo los Peritos Teólogos– se va clarificando al captar la sintonía de la llamada de Dios, y la búsqueda por dar una respuesta sincera que demuestre su fidelidad y disponibilidad.
»“He aquí que el Rey me llama. Hoy, como ayer, como antes de ayer, como tantos otros días ya pasados, no le he sido fiel ... y, sin embargo, a pesar de mi pereza y cobardía, Jesús me llama. Me llama a combatir en primera línea, junto a su persona y me llama desde la cruz con las manos y los pies enclavados en ella, ceñida su cabeza con corona de espinas. Me llama y me llama ¡a mí! Y al llamarme me ofrece su gracia para vencer ...
»¿Seré tan loco que no acuda? No ... Sólo en el ir en pos de Él encuentro sosiego y paz. Pero siento en mis miembros un peso de muerte ... pero con la ayuda de Cristo volveré a la lucha, guerrearé contra ellos, los iré matando poco a poco y liberaré mi espíritu. Es preciso que luche, pues ... ”.
»En esta segunda parte continuamente encontramos relatos tristes porque le preocupa el sentimiento de infidelidad frente al amor de Dios. Sin embargo, a pesar de todo muestra una gratitud porque siente, experimenta y vive la presencia de Dios.
»“He tenido cuatro días de tibieza y vacilación ... pero he visto claro que no puedo vivir sin amarle. Toda mi tristeza de estos días proviene de mi infidelidad. No puedo estar alegre si yo soy causa de su tristeza ...
»“¡Gracias Señor! Gracias por la tristeza, desaliento y tedio que invade mi alma. Gracias por la humillación continua que experimento al ver la flaqueza con que te sirvo. Gracias por esta tristeza y penas de mi madre que se me clava en el alma. Gracias por la turbación de mi alma que no se entiende a sí misma. Contemplo la imagen de tu cuerpo clavado en la cruz y siento que el alma se me va tras de ti en suspiros pero que este cuerpo de muerte me detiene en mi marcha hacia ti”.
»“¡Virgen Santísima, ruega por mí para que sea fiel a mi Rey, tu divino Hijo!”»
1. ¿Cómo cultivó su vocación?
Según Manuel Martínez Pereiro « ... la fue cultivando cuidadosamente según se presentaban las circunstancias de su vida o que el mismo buscaba, atento a lo que estimaba más conveniente para ir avanzando por el camino que se le había abierto y siempre intentando cumplir la voluntad de Dios; lo hizo además con el mayor entusiasmo ...
»Y así, consciente de su escasa formación intelectual para afrontar los estudios del Seminario [6], buscó un profesor de latín, a sus 30 años, y se preocupó mucho de aumentar su bagaje cultural en materias que desconocía y que le resultaban muy nuevas para su empeño [7].
»En el orden espiritual y apostólico la situación era distinta: su ingreso en la Juventud de Acción Católica fundamentalmente le colocó en un ambiente propicio, le llevó a asimilar bien “El Alma de todo Apostolado” y le fue ilustrando sobre temas que tenían mucho que ver con la meta que se había propuesto; los posteriores cargos que fue ocupando con las nuevas actuaciones que debía emprender le ayudaban poderosamente a consolidar sus propósitos. Finalmente la llegada al Consejo Central y a su Presidencia, con la responsabilidad plena de la dirección de toda la Juventud de Acción Católica, ensanchó su visión, le hizo profundizar en muchas cuestiones y le proporcionó magníficas experiencias para su futura acción sacerdotal. En definitiva, la Providencia le puso ante un campo de apostolado tan concreto como importante y transcendental: la juventud».
2. Sin embargo, los planes de Dios eran otros
Recuérdese que en 1934 [8], antes de entrar en Ejercicios, se le pregunta –permítasenos esta pequeña licencia repetitiva para no romper el hilo conductor–, en nombre de la Jerarquía, si está dispuesto a aplazar su entrada en el Seminario para aceptar la Presidencia Nacional de la Juventud de Acción Católica. Contesta que se le deje meditarlo en Ejercicios.
Examina si debe aceptarla o rechazarla para empezar en serio su preparación sacerdotal. Y después de aconsejarse del director de Ejercicios y del Presidente de la Junta Central de Acción Católica hace elección: acepta la Presidencia y aplaza el comienzo de sus estudios.
A principios del año siguiente, 1935, encuentra un buen director espiritual. Le expone su situación y la de la Juventud de Acción Católica y le aconseja que espere. Vuelve a hablar con él de este asunto en octubre y le dice que espere al Congreso de Santiago de 1937.
Entretanto, tiene lugar el Alzamiento Nacional [9]. El 24 de agosto de este año, en la oración, le pide al Señor que si le quiere para el estado sacerdotal, que se lo haga ver protegiendo a su hermano, a su mujer y a sus hijas que habían quedado en Madrid. El 6 de octubre renueva la promesa al Señor: ser sacerdote si salva a su hermano, su vida será la señal de que le pide que sea suyo.
En 1937 en Ejercicios [10] comprende que mientras dure la guerra ha de suspender la decisión. Y el 14 de agosto tiene noticias de que su hermano está a salvo después de haber estado tres veces para ser fusilado.
En 1938, también en Ejercicios, decide dejar en manos de su director espiritual el señalar el momento de dejar la Presidencia y empezar los estudios. En diciembre son evacuadas de zona roja la mujer de su hermano y sus tres hijas. El Señor había completado la señal.
En 1939, en Ejercicios, no toca este punto, pues ya estaba decidido y señalado quien había de dar la orden. Sin embargo, una vez finalizada la guerra, a pesar de que es conocida su vocación, es confirmado en el cargo de Presidente Nacional de la Juventud de Acción Católica con el fin de que reestructure y reorganice la misma. Conocen sus proyectos el Cardenal Arzobispo de Toledo, los sacerdotes D. Hernán Cortés y D. Emilio Bellón, con los que les unía una gran amistad [Consiliarios de los Jóvenes de Acción Católica durante su Presidencia], y su director espiritual a quien consultó a principios de invierno y le dijo otra vez que esperase.
Que ésta sea la voluntad de Dios no le cabe la menor duda y anota en su Diario:
«X la = + + y +.
»Por la Cruz, más, más y más».
Y toma una firme decisión: No aceptar ningún cargo que le ate al mundo al menos que se lo ordene su director o el Cardenal Primado.
En marzo de 1941 vuelve a hacer Ejercicios internos. Esta vez en Aranjuez. Con motivo de la meditación sobre los tres binarios escribe:
«Me parece entender que tú quieres que sea víctima y sacerdote; para serlo se me ofrecen dos modos. Ayúdame a ser indiferente:
»1º Dejar la Presidencia para irme al Seminario, en el caso de que se encuentre la forma de
que mi madre pueda subvenir a sus necesidades.
»2º Dejar la Presidencia; volver a trabajar en mi carrera y con sus productos atender a mi madre
y hacer a un tiempo con las oportunas dispensas mis estudios sacerdotales.
»En uno y otro caso he de dejar la Presidencia, pero creo que en esto quieres que lo someta a la decisión del Obispo Consiliario de la Acción Católica.
»En el primer modo, crucificaré el afecto a mi madre, pero no a mi yo carnal. Todos aplaudirían mi salida de la Presidencia para ir al Seminario, aunque en él, con tu gracia, espero vivir en pobreza y en menosprecio, pues entonces se verá cuan infundada es mi fama de bueno y sabio.
»En el segundo, no crucifico ahora el afecto a mi madre, pero sí mi fama. Todos dirán: ¿Pero no se iba éste a ir al Seminario? Resulta el capitán araña. Ha embarcado a otros y ahora él se queda. Pero ¿será esto para tu mayor gloria y bien de mi ánima? De una parte el escándalo que puede producir; de otra el natural retraso en los estudios y la formación más defectuosa. En cambio, tendría mayor estrechez económica.
»Hice los coloquios con todo fervor. A ti, Madre Santísima, te pedí que en este banquete de bodas, en que tu Hijo intenta desposarse con mi alma, hicieras como en Caná y le dijeras: “No tienen vino”. Me respondiste, como entonces: “Haz lo que él dirá”. Debo, pues, Señora, ponerlo todo en manos de mi director espiritual».
Este periodo «se caracteriza por proyectarnos –dicen los Peritos Teólogos– su vivencia espiritual en lo que es su especialidad: la Oración de entrega y confianza en el diálogo íntimo de amor frente al Sagrario y a las continuas respuesta a la sensibilidad de su vida con miras a la maduración de su decisión fundamental en la consagración del deseo ferviente de ser Sacerdote Santo.
»“¡Oh amado Jesús!, ¿cuándo empezaré a ser tuyo? Siempre sin darme del todo, perdiendo este tiempo que tú un día me hiciste calificar de moneda con la que se compran las almas ... Señor, que eres grande en misericordia, que me amas hasta el fin de tu caridad infinita, compadécete de mi miseria y malicia y fuérzame con tu gracia a que me crucifique en ti, por ti y contigo”».
3. ¿Qué le decidió a escoger el sacerdocio y el sacerdocio secular?
El mismo nos lo dice en su Cuaderno. Corría el año 1945. Era seminarista y estaba haciendo Ejercicios Espirituales en Aranjuez (del 24 al 30 de agosto).
¿Qué le decidió a elegir el sacerdocio?
«Cooperar con todo mi ser a que sea conocido el amor de Dios a fin de que sea alabado por las almas y éstas, en conocimiento y alabanza, encuentren su gozo, su paz y su salvación».
Y ¿qué le decidió a escoger el sacerdocio secular?
«La clara conciencia adquirida durante mis siete años de Presidente Nacional de la Juventud de Acción Católica de la urgente necesidad de sacerdotes seculares santos, y la mayor gloria de Dios, puesto que como sacerdote secular podría trabajar sirviendo a los 100.000 jóvenes seglares que presidí y a quienes quiso el Señor llamar a la santidad por su mediación».
Cuatro años antes, en septiembre de 1941, al despedirse desde La Coruña de los Jóvenes de Acción Católica de toda España como Presidente Nacional (eran sus últimas palabras como tal) les decía:
«Porque sin sacerdotes no hay Cristiandad, salgo de entre vosotros para prepararme al ingreso en el Seminario, y me voy a él porque, admirando la formidable labor de las órdenes religiosas, siento en lo más hondo del alma que la necesidad urgente, apremiante, inaplazable en nuestra Patria es la del clero secular diocesano ... Son necesarias, muy necesarias, las órdenes religiosas. Ellas son las divisiones blindadas, los cuerpos especiales, que muchas veces deciden las batallas de las almas, pero si después no viene el clero secular estableciendo la Parroquia, ocupando el terreno conquistado ... Por ello, jóvenes, salgo de entre vosotros para pedir el último puesto en el banderín de enganche de la gloriosa infantería del ejército de las almas, que es el clero secular».
Y en fecha que se desconoce, 1947 por el contenido de la carta, le dice a su amigo Pepe Rivera [11]:
« ... No sé aún lo que haré en Salamanca ni si el Señor querrá valerse de mi miseria para hacer algo; mas en mi carta te decía que procuraba vivir mi misión sin darle nombre y ahora, con todo el amor que Él pone en mi alma para ti, te digo: ve a Comillas o a Salamanca o a donde quieras; pero donde quiera que estés te pido que te guardes y reserves para esta misión. ¿Cuál es? Creí que la habías adivinado. Te la apuntaba en mi última carta desde el Seminario: la unión en caridad verdadera y operante de todo el clero secular y regular, hispánico y no hispánico; el “ut omnes unum sint” fue la aspiración de toda mi vida desde mis primeros pasos de Joven de Acción Católica. Por eso comprendí que Él me quería en el clero secular; no siendo de ninguna familia religiosa podría más fácilmente ser de todas las familias, por eso fui al Seminario de Madrid. Siendo uno de tantos, podría más fácilmente hacerme uno con ellos ... En Comillas no hay más que seculares y jesuitas, en Salamanca hay de todas las órdenes. Esto es lo que entiendo que Él nos pide a ti y a mí y a cuantos llamó al sacerdocio de entre las filas de la Juventud de Acción Católica.
»Me dirás que esto es vago; en cierto sentido sí; en otro no, pues es una oración concreta de nuestra vida de oración y sacrificio y celo, ya que hemos de aprehender lo que Él ama a todos, seculares y regulares, para ser por todos víctimas de sacrificio y de celo».
4. Por fin, llegó el día soñado
«Circunstancias familiares, apostólicas y nacionales le fueron demorando la entrada en el Seminario más de lo que hubiese deseado, pero sin duda con buenos frutos», asegura Manuel Martínez Pereiro. Pero «tan pronto como la Juventud de Acción Católica estuvo reconstituida en la posguerra, se redondeaba la formación de nuevos dirigentes, etc. ingresa en el Seminario y hace al Señor entrega absoluta de su persona. Su ejemplo hizo que le siguieran otros muchos jóvenes» [12].
Su ida al Seminario fue, no por esperada, menos emocionante. «Me voy –dijo a los jóvenes–, para estar más cerca de vosotros». «Ocuparás –le dice en su Testamento Espiritual a su sucesor en la Presidencia Nacional– el primer lugar en esta vida oculta que con la gracia de Dios iniciaré en breve para que en ella por camino de cruz me transforme en pan para las almas de los jóvenes y de todos los hombres» [13].
[2] Su carta de fecha 14 de febrero de 1981.
[3] «Que viva yo siempre de tu fe y de tu amor. Si no, llévame a ti, que la vida no la quiero si no para ser tuyo», decía Manuel Aparici (Mons. Jesús Espinosa Rodríguez).
[4] Enrique Montenegro L. Saavedra asegura en su testimonio que «bastantes años antes de hacerse sacerdote, privadamente y con la necesaria dirección, iba estudiando». Por su parte, su sobrina Josefina asegura que siendo Presidente ya estaba estudiando latín con un profesor particular.
[5] Manuel Aparici decía: «Decir en alta voz lo que para aquellas almas nos ha dicho Jesús en el secreto de la oración ante el Sagrario» (Informe de los Peritos Teólogos).
[6] El 13 de noviembre de 1942, siendo seminarista, anota: « ... Sin embargo, confío en Jesús. Él ya me ha hecho conocer un poco mi miseria; en el orden intelectual apenas si sé algo: el latín, casi olvidado lo poco que aprendí; la lógica y la filosofía, casi pez … En tu Corazón misericordioso pongo toda mi esperanza».
[7] « ... Yo quisiera destacar en él –dice el Rvdo. Antonio Santamaría– su capacidad para saber oír: él no tenía una formación teológica antes de entrar en el Seminario, y en la reunión con estudiantes primero oía, después se informaba, hacía suyo el criterio y después ayudaba y orientaba».
[8] Todo este punto está tomado de su Diario.
[9] «La partida de Ángel Herrera para el Seminario el 10 de mayo de 1936 fue un gran impulso para su vocación», afirma Mons. Maximino Romero de Lema.
[10] Obsérvese que hace Ejercicios en plena guerra.
[11] C.P., pp. 1724/1727.
[12] Manuel Vigil y Vázquez.
[13] C.P., pp. 363/375.